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Sitges 2021. Crónica de un festival atípico 2.0

Tras una ligera resaca cinematográfica, aunque ya no tengo los ojos inyectados en sangre, aún noto como se me eriza la piel al escribir estas líneas. 

El Festival de Sitges siempre tiene algo especial. Trae consigo el inicio del otoño, con la reducción de luz solar y el deseado descenso de las temperaturas que nos recuerda que se acerca Halloween, esa fiesta de origen pagano que tanto nos emociona a los amantes del cine de terror. Este año además, en esta atmósfera turbia e inquietante, mientras veíamos caer las hojas de los arboles si afinábamos bien el oído no era extraño escuchar aullidos entremezclándose con el viento. Había ganas de cine de terror y se empezaba a respirar un esperanzador olor de fin de pandemia. Al atardecer, los ojos de más de uno brillaban, pero es difícil predecir si de entusiasmo o de licantropía.

El otoño es tiempo de cambio, las hojas pierden su color hasta volverse amarillentas, marrones e incluso rojizas. Tal y como nos enseñaron de pequeños, existen dos tipos de hojas, las caducas y las perennes. Las que caen y las que persisten. Al igual que las hojas que caen y huyen perseguidas por el viento, algunas películas vistas en el festival empiezan a nublarse en la memoria. Cubrir un festival de estas características es una experiencia tan intensa como agotadora. Pese el viento en contra, en esta edición he visionado con la misma voracidad de un hombre lobo: 40 películas, 5 episodios de series de televisión, media docena de cortometrajes y aún me las he ingeniado para acudir a un par de ruedas de prensa.

A modo de justicia poética, en esta edición dedicada a la licantropía, el premio principal se lo ha llevado un cordero. Y es que el folk horror minimalista de «Lamb» ha sabido hacerse valer entre los aullidos de los lobos. Con una poesía visual cautivadora atrapa y fascina por su singularidad, aunque descolocará a los que esperen una narración más convencional. «Lamb» es un perturbador relato sobre la maternidad encabezado por una gran Noomi Rapace que paralelamente nos presentó «The Trip» , una gamberra comedia gore que hizo las delicias de los ahí presentes.

Como es imposible verlo todo y nunca he tenido demasiado interés en encajar con lo establecido, dejé pasar la película inaugural «Mona Lisa and the Blood Moon» y empecé mi particular menú degustación a contracorriente con «Le calendrier» , una pequeña película francesa de terror que pasó injustamente desapercibida.

La protagonista es una chica parapléjica, a la que regalan un antiguo calendario de adviento alemán. Tal como manda la tradición, tendrá que ir abriendo cada día una casilla para ir desvelando sus misterios. Amena y entretenida, aprovecha muy bien sus recursos para causar tensión e intriga cada vez que se enfrenta a un nuevo día.

La buena inercia siguió con «Titane» , una de las películas más esperadas del año, que tras conquistar el pasado festival de Cannes dudo que pillase a nadie desprevenido. De hecho, las escenas de canibalismo de su ópera prima «Crudo» , no dejaron a nadie indiferente. En su nueva película, la directora Julia Ducornau busca causar controversia mostrándonos un imaginario propio tan incómodo como extraño. Con el objetivo de que disfrutemos de emociones fuertes, da un paso más allá y fusiona el terror francés con la nueva carne de David Cronenberg o Shinya Tsukamoto, aunque no llega a ese nivel de bestialidad. Estoy seguro que es una de esas películas que ganan con un segundo visionado.

Al ser un año marcado por los aullidos, quería ver una película actual que tratase el tema de la licantropía. Ya que el eje temático de este año era la bestia interior, mi intención era ver «Bloodthirsty» sobre una cantautora vegana que se convierte en una bestia sedienta de sangre. Pero no encontré entradas, así que me quité la espinilla con la divertida comedia de terror «Werewolves Within» . Si bien no trasciende demasiado, es ideal para aquellos que cuando vemos una película de misterios y asesinatos, vamos algo más allá y jugamos a seguir las pistas, e intentar descubrir al culpable antes de tiempo. Por cierto, esta propuesta que mezcla misterio y diversión al estilo de «Puñales por la espalda» está disponible en Amazon bajo el titulo de «Un hombre lobo entre nosotros».

Tenia muchas ganas de ver «The deep house» , una original reinvención del subgénero found footage que nos sumerge en la profundidad de una casa encantada hundida en las sucias aguas de un pantano. Es una propuesta complaciente que consigue causar cierta claustrofobia, sin embargo no acaba de despuntar. Aun así, es de valorar el gran esfuerzo de Julien Maury y Alexandre Bustillo (los directores de «À l’intérieur» 2007), por seguir intentando sorprendernos.

Entre mascarillas, virus e inquietantes espíritus de los bosques, nos encontramos con «In the earth» , una alucinógena experiencia sensorial que transita entre el terror visceral y el horror ancestral. Tiene su principal aliciente en un poderoso universo sonoro y visual.

Este thriller de eco-terror realiza una vigente reflexión sobre la pandemia y nuestra relación con la naturaleza. Muy recomendable para los amantes del gore de bajo presupuesto.

«Limbo» es un elegante pero denso thriller policial de atmósfera turbia. La trama sucede en los barrios marginales de Hong Kong donde un despiadado asesino en serie se dedica a asesinar, torturar y mutilar a mujeres, mientras una pareja de policías debe atraparlo.

Más allá de la trama, nos seduce con una impecable fotografía en blanco y negro, que retrata una claustrofóbica y lluviosa Ciudad en la que la basura y los maniquíes se amontonan por las calles. A pesar de que «Limbo» es una película que tenia todos los elementos para gustarme, me dejó en tierras de nadie.

«Antlers: Criatura oscura» es un sobrio relato de terror, concebido como un perverso cuento infantil, deudor de las películas de Guillermo del Toro. Ambientada en la América profunda y sus mitos ancestrales, este drama sobre el maltrato y el abuso infantil funciona como un reloj.

Había también mucha expectación para ver «Demonic» , lo nuevo de Neill Blomkamp que revolucionó el modo de ver la ciencia-ficción con «Distrito 9» (2009). La premisa es muy sugerente: un científico contacta con la hija de una asesina en serie que se encuentra en coma, para que participe en la prueba de una tecnología experimental con el objetivo de introducirse en la mente de su madre y comunicarse con ella. Sinceramente me sorprende que el festival le haya otorgado la Màquina del temps justo el año que ha presentado «Demonic» , cuya sinopsis es muy interesante pero su mediocre ejecución deja un regusto amargo.  

Seguimos avanzando por el Festival de Sitges, y nos encontramos con «Prisoners of the Ghostland» del inclasificable Sion Sono. La cual se nos presentaba como una de las más grandes gamberradas del año, prometiéndonos un delirante y desacomplejado western post-apocalíptico protagonizado por Nicolas Cage en la misión de recuperar la hija de un gobernador cowboy de entre un grupo de samuráis si no quiere ver su cuerpo mutilado. Sobre el papel parece una locura desenfrenada pero, aunque lo intenta, queda muy lejos de las expectativas. No llega a aburrir, pero es olvidable al fin y al cabo.

Me sorprendió gratamente «Hellbender» , un relato de folk horror que explora el despertar a la madurez de una joven dentro de un contexto ancestral de historia de brujas. Se centra en la vida de una adolescente que vive sola con su madre en una casa aislada en el medio del bosque. La madre ha hecho creer a la hija que sufre una extraña enfermedad inmunológica por lo que no puede acercarse a otras personas. Así que lo hacen todo juntas, incluso tienen su propio grupo de música dark llamado H6llb6nd6r. Sin embargo ella tiene espíritu rebelde y quiere relacionarse con gente de su edad.

Esta pequeña producción de cine independiente, ha sido realizada literalmente por la «Familia Adams» , formada por padre, madre y dos hijas que producen, escriben, dirigen, protagonizan, filman, editan, crean la música y distribuyen sus propias películas de terror. Ha sido todo un descubrimiento, le seguiré la pista a esta peculiar familia.

Otra película que trata el tema de la brujería en la adolescencia es «Witch Hunt» , una fantasía política que se desarrolla en una América distópica donde existe la brujería y esta es perseguida con mano dura por la ley.

Los cazadores de brujas velan por la seguridad del buen americano. Existe una policía especializada en el tema, que a modo de inquisición realiza pruebas para detectar brujas en los institutos, para llevarlas a centros donde custodiarlas. La opresión es tan grande que las ciudadanas estadounidenses acusadas de brujería huyen a México para pedir asilo.

La idea es interesante, crea un paralelismo contra la discriminación actual que debería hacernos reflexionar sobre las persecuciones y el drama migratorio, sin embargo el enfoque es demasiado light. El principal problema es que «Witch Hunt» intenta levantar la voz pero tiene miedo a incomodar. Me habría gustado encontrarme con una película más compleja, que en su esencia fuera parecida a la mítica «Jóvenes y Brujas» (1996) pero tiene más similitudes con su remake.

Si había una película española que el gran público esperaba con impaciencia, sin duda era «Veneciafrenia» . Una especie de slasher carnavalesco que pone el foco en la turismofobia. El punto de partida no puede ser más atractivo, los habitantes de Venecia hartos de ver cómo los guiris la degradan, deciden cortar por lo sano. ¡Se acabó la veda a los turistas!

Esperaba algo más bestia de estos villanos con espectaculares disfraces del baile de máscaras. En cualquier caso, mentiría descaradamente si no afirmase que he sonreído con esta reflexión contra la masificación turística que se está adueñando de las ciudades, expulsando a sus habitantes. El grupo de turistas españoles es tan insoportable que te posicionas junto a los lugareños para que terminen con ellos lo antes posible.

«Veneciafrenia» es una historia con un comienzo prometedor, pero como suele ocurrir en las películas de Álex de la Iglesia, queda algo desdibujada por un desenlace demasiado anticlimático.

Una vez más a contracorriente, en una de las sesiones matinales me dirigí al emblemático cine Retiro para visionar «Jacinto» . De camino cuando me cruzaba con mis compañeros de prensa, estos me miraban extrañados y apresurados me preguntaban: ¿No vienes a ver «Last night in Soho» ? y yo medio en señas les decía que me decantaba por este drama rural inspirado libremente en la crónica negra gallega.

Seguramente más de uno salió del cine con una sensación extraña tras ver «Jacinto» , pero yo acabé más que satisfecho con esta pequeña película hablada en gallego que ni engaña, ni pretende ofrecer dobles lecturas.

Para mi uno de los principales motivos por los que merece la pena acudir al festival, es visionar estas rarezas tan difíciles de encontrar fuera del circuito festivalero. 

«Agnes» es una película de posesiones muy extraña, que sabe cómo ingeniárselas para sorprendernos y dejarnos sin palabras. Recomiendo el visionado de esta peculiar sátira sobre las miserias de la iglesia, que nos descoloca con su particular modo de mezclar drama y humor negro.

Otra película peculiar es la hilarante «We need to do something» . Se centra en una familia que tras una fuerte tormenta se queda encerrada en el baño, percibiendo que algo muy peligroso está ocurriendo ahí afuera. Esta genuina serie B, consigue que tengamos curiosidad por saber que les sucederá, a la vez que genera cierta tensión y paranoia.

Ahora es el turno de hablar de las dos películas que más miedo me han causado en esta edición. Aunque no puedo establecer ninguna relación sólida entre ellas, casualmente ambas tratan sobre niños. Me refiero a «Son» y «The innocents» .   

«Son» es una película irlandesa protagonizada por una madre soltera que escapa de una secta cuando está a punto de dar a luz. Años más tarde, un grupo de gente desconocida aparece de repente en el cuarto del niño, provocando en la madre ansiedad y puro terror. Este sobrecogedor thriller dramático con referencias a «La semilla del diablo» (1968), «Los servidores del crepúsculo» (1991) y «Déjame entrar» (2008) mantiene en tensión al espectador desde el primer minuto. Al contrario de lo que la gente suele imaginar en Sitges este tipo de películas tienden a escasear. 

«The innocents» es una excelente película nórdica que se adentra en los claroscuros de la infancia, e indaga en la crueldad innata de los niños. A medio camino entre «Déjame entrar» (2008) y «El pueblo de los malditos» (1960, 1995), trata la compleja comunicación entre niños y adultos, a través de la enigmática y perturbadora mirada de unos críos con poderes sobrenaturales. Es infrecuente ver una película de terror tan buena como esta.

Sin demasiadas expectativas y por simple curiosidad, me topé con «The Samejima incident» una pequeñas película de terror japonesa que, aunque típica y tópica, te atrapa hasta el final. La película es justo lo que parece. Nos muestra a un grupo de amigos que hablan por videoconferencia sobre un incidente en una casa encantada y comprueban que con solo nombrar su maldición esta pasa a ellos expandiéndose como un virus.

Desde que a finales de los años 90 Hideo Nakata nos sedujo con el mito de Sadako («Ring» 1998), hemos visto infinidad de propuestas similares que combinan el folklore tradicional con las leyendas urbanas actuales y las últimas tecnologías.

Voy a realizar un inciso. No solo es un placer si no un lujo poder redescubrir en Sitges rarezas casi olvidadas como «The Amusement park» (1973) y «A praga» (1980). Es una experiencia cinematográfica que da sentido acudir a este festival.

De entre la extensa programación de Sitges, me hacia especial ilusión ver «A praga» , un macabro cuento de terror presentado por el carismático Zé do Caixâo. Narra la historia de una pareja que dando un paseo por el campo, se detienen a tomar unas fotos frente a la casa de una anciana. La anciana enojada por ser fotografiada se revela como una bruja y les lanza una terrible maldición.   

Este perturbador relato de terror se presentó conjuntamente con el cortometraje «A última praga de Mojica» (2021), que documenta el proceso de recuperación y restauración de esta extraña película que se creía perdida.  

«The Amusement park» de Gerge A. Romero, no es una película al uso, sino un encargo de la iglesia luterana para concienciar y promover en la población el respeto a los mayores. El padre del zombi moderno nos plantea una metáfora del maltrato a la tercera edad, mostrándonos a un anciano que decide pasar un día en un parque de atracciones y se encuentra con un desolador descenso a los infiernos. Salimos todos de la proyección con un nudo en el estomago.   

También acudí a la sala Brigadoon en busca de una buena serie B. Había varias películas que me llamaban la atención. Finalmente logré hacer cuadrar dos: «Killer crocodile 2» (1990) y «Plankton» (1994). Son dos películas raras difíciles de ver, lástima de la calidad pésima de sus subtítulos desprestigia el festival.

Para aquellos que sentimos devoción por los efectos especiales tradicionales, «Mad god» era cita obligada. Phil Tippett, el ganador de dos Oscars por «El retorno del Jedi» y «Jurassic park«, se ha pasado los últimos 30 años creando esta compleja pesadilla de animación experimental en stop motion difícil de digerir. Tras ver «Mad god» uno se queda descolocado. Aunque técnicamente es impresionante, la falta de guión lleva a la desconexión.

Deambulando entre sueños, pesadillas y locura malsana, nos cruzamos con «Barbarians» , «Knocking» y «Tides» , cuyo mayor pecado es no destacar en ningún sentido dentro de la cantidad de películas que hemos podido ver en el festival.

Mucho más llevadera y placentera, se me hizo la proyección de «Seance» ; el debut como director de Simon Barrett, guionista de «Tú eres el siguiente» (2011). «Seance» es un ligero slasher para adolescentes, donde las alumnas de un internado femenino van desapareciendo entre asesinatos y sesiones de ouija. Es una película entretenida pero demasiado predecible.

Os recomiendo encarecidamente «Barbaque» una alocada comedia francesa de lo más políticamente incorrecta. Sin complejos ni pudor, nos ofrece una buena dosis de humor negro de la mano de una pareja de carniceros en crisis que tras matar por accidente a un activista vegano descubren en su carne el modo de reflotar su negocio. Esta divertidísima película, que sin duda ofenderá a más de uno, es una de mis favoritas de esta edición.

Desde hace unos años, las series también tienen presencia en el festival. Tal y como ya os comenté en otro artículo, en este ámbito destacó la actualización de las míticas  «Historias para no dormir» de Chicho Ibáñez Serrador y nuestro muñeco diabólico favorito «Chucky» .

A estas alturas dudo que a nadie pueda sorprenderle «Halloween Kills» , la última entrega de la longeva saga creada por John Carpenter en 1978. Aunque me encanta que hayan rescatado al implacable Michael Myers, la verdad es que el desenlace de esta nueva secuela es más bien decepcionante. Sin embargo, más allá de sus imperfecciones, hay suficiente sangre para contentar a cualquier amante del slasher.

En contra de lo que sugiere el título, «Violation»  no es la típica película anclada en el subgénero del rape and revenge. Aunque se basa en el argumento de violación y venganza, tiene algunos elementos inusuales que la alejan de películas como «La última casa a la izquierda» (1972), «La violencia del sexo» («I spit on your grave» 1978) o «Irreversible» (2002).

Esta película canadiense nos sumerge en el trauma y el drama psicológico de la agresión sexual, bordeando con matices emocionales los límites del consentimiento y la peligrosa fragilidad de la realidad. A diferencia de lo que estamos acostumbrados, aquí la violación no es explícita sino que apenas se insinúa dejando la puerta abierta a interpretaciones, mientras que ella considera que ha sido víctima de una violación, él lo recuerda como un encuentro sexual consentido e incluso bonito. La película tampoco hace nada para aclararnos las cosas, resultando la venganza desproporcionada e incómoda para el espectador.

Lo que más me ha gustado es que tiene muchas metáforas visuales que intentan establecer paralelismo con el mundo animal. Desde insectos sentenciados en una telaraña, a un lobo que ha cazado a un conejo y que por un instante nos mira mientras esconde su presa.

Su estructura narrativa es fragmentada, dando saltos adelante y atrás en el tiempo, construye un puzle que deberemos ir encajando. Sinceramente no me ha acabado de convencer. Aunque el planteamiento es interesante, peca de pretenciosa.

El tráiler de «Broadcast signal intrusion» cautivó mi interés de inmediato. Tiene un inquietante poder narrativo muy perturbador. Un hombre que trabaja en un archivo de viejos programas de televisión se obsesiona con unos videos en los que aparecen unas extrañas interferencias piratas donde se ven unos individuos actuando de forma siniestra e intentará averiguar que se esconde detrás de ellas.

Uno se emociona e intuye buen material de pesadillas con esta trama con ciertos ecos a «Videodrome» (1983) de David Cronenberg en su alusión a la obsesión de su protagonista por encontrar el origen de la señal de vídeo pirata. Asimismo, a esos thrillers conspiranoicos de los noventa como «Asesinato en 8 mm» (1999) en el que Nicolas Cage se introduce en el sórdido mundo de las snuff movies. Desde luego apuntaba a ser una de las sorpresas del festival. De hecho el planteamiento es genial, la primera parte resulta muy interesante y te envuelve en su mundo de misterio, pero de un modo frustrante al avanzar la película se hace cuesta arriba incapaz de generar tensión, sus enigmas quedan desdibujados y el interés decae.   

«Offseason» es una pequeña película de terror, estéticamente muy atractiva pero un tanto confusa. Estamos ante un oscuro film con tintes lovecraftianos que capta nuestra atención por su atmosfera pesadillesca que bordea el surrealismo.

La protagonista recibe una misteriosa carta que le informa que la tumba de su madre ha sido profanada. Decide viajar junto a su pareja a una remota isla donde esta se encuentra enterrada, quedando atrapados en una siniestra pesadilla.

En Sitges siempre han gustado las parodias de género un tanto descerebradas como «Let the wrong one in» , cuya premisa principal es humor, violencia y litros de sangre fresca. Pero desafortunadamente esta comedia de vampiros es tan previsible como aburrida. No tiene ni una pizca de carisma y sus chistes son tan malos que rozan la vergüenza ajena.

En la recta final del festival pudimos disfrutar de «Y todos arderán» , una efectiva comedia de terror rural sobre una mujer que por encima de todo quiere ser madre. En un pequeño pueblo de Castilla y León una madre incapaz de superar la pérdida de su hijo decide ponerle fin a su vida tirándose por un puente, pero todo cambiará con la aparición de una enigmática niña que podría estar relacionada con una leyenda local sobre el apocalipsis.

«Y todos arderán» transita por caminos poco habituales en el cine español. Tiene un punto de partida interesante con ecos a la serie «30 monedas» de Álex de la Iglesia: traumas del pasado, antiguas profecías, ritos satánicos y fanáticos religiosos. Aunque su parte central es demasiado previsible y es fácil anticiparse a lo que va a ocurrir, las dos horas de metraje transcurren como un suspiro. Evidentemente no pasará a la historia, pero no voy a ser muy crítico con ella. Pretende entretener y lo consigue.

Entre las decepciones está «After blue» , que paradójicamente obtuvo el premio especial del jurado. A priori parecía que iba a ser una fascinante aventura galáctica cargada de erotismo alucinógeno con ecos de Jodorowsky, Moebius, «Flesh Gordon» (1974) y «Barbarella» (1968), sin embargo de forma desconcertante la fascinación inicial se diluyó en la nada en cuestión de minutos, para pasar a ser uno de los visionados más engorrosos y desesperantes de todo el certamen.

Tras la traumática experiencia de ver «After blue» empezaba a verle las orejas al lobo, pero poco me podía imaginar de que me quedaba una decepción aun más grande. «Earwig» una película hermética en el peor de sus sentidos. Una lástima, pues la que prometía ser una emotiva fábula oscura sobre una niña con dientes de hielo, resulta ser una opresiva y nada digerible historia difícil de ver. Insatisfactoria e insustancial. Es excesivamente lenta, y su enigmática trama que nunca se llega a entender, deriva en un aburrimiento absoluto.

El certamen clausuraba de forma oficial con el film «The Green Knight» , dirigida por David Lowery («A ghost story« 2017). Una epopeya de fantasía medieval en las cortes del rey Arturo. Pero yo tenía otra idea muy diferente en mente, y para terminar este festival bajo el signo de la bestia, me reservé dos de las propuestas más arriesgadas, bizarras y delirantes de toda la programación: «Strawberry Mansion» y «The sadness«.

Afortunadamente me quité el mal regusto dejado por «Earwig» gracias a la hipnotizadora «Strawberry Mansion» , una de esas joyas que no se ven habitualmente. Narra la historia de un recaudador de impuestos que llega a la casa de una señora para hacerle una auditoría a los sueños de toda su vida (que la mujer ha grabado en cintas de VHS). Este terminará absorbido por un mundo de surrealismo pesadillesco. Tratada como una fantasía pop colorista, su forma de narrar la historia es absolutamente visual, con un fascinante collage de planos llenos de un extraño magnetismo que invitan a reflexionar.

Me despedí del festival con la película taiwanesa «The sadness» , donde un brote pandémico convierte a los infectados en seres depravados.

«The sadness» no se las da con medias tintas. Nos ofrece una sucesión constante de secuencias de lo más crueles, sangrientas y desagradables, donde reina la tortura y la mutilación. Este brutal planteamiento, busca encontrar el impacto en la retina del espectador, y por supuesto que lo consigue.

El año pasado fue una edición extraña y compleja. Más allá al miedo al posible contagio, la pandemia nos mostró nuestra propia fragilidad y nos permitió entrever un mundo donde las certezas se han desmoronado. De hecho, ya tenemos asumido que esta nueva «normalidad» va a ir para largo. De momento, en esta edición hemos recurrido a la luna como motor de transformación, y pese a que el mañana es incierto, nos queda el placer de haber disfrutado de una edición con suficientes recuerdos dignos de un aullido por la noche.

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