Ahora toca repasar todas esas películas visionadas en el festival de Sitges, que por bien o por mal me parecen destacables. Unas mejores, otras peores, pero ya os garantizo que algunas de ellas están destinadas a convertirse en rarezas.
Ya que este año he visto una auténtica avalancha de películas, las he dividido en dos artículos para que la lectura sea más amena.
4×4 (Argentina, España) de Mariano Cohn
«4×4” es un claustrofóbico thriller que se desarrolla en un espacio muy pequeño, en concreto en el interior de un vehículo. Nos muestra a un ladrón de Buenos Aires que entra a robar en un lujoso todoterreno y cuando se dispone a salir se da cuenta que se ha quedado encerrado y no puede escapar.
Mantener la tensión de un hombre atrapado en un coche no es tarea fácil. La película se desenvuelve muy bien, haciéndonos cómplices de esta situación desesperante.
En el tramo final hay un giro innecesario de guión, que convierte “4×4” en una historia excesivamente moralista. Concluye de manera muy directa en una crítica social que ya había sido tratada al principio de la película de un modo más sutil. Lástima que no haya pillado prestado el final de “La cabina” de Antonio Mercero.
Personalmente ha sido una pequeña decepción, pues era uno de los títulos que más me atraían, y su último tramo me lo pasé deseando literalmente que se acabara.
Snatchers (Estados Unidos) de Stephen Cedars y Benji Kleiman
Esta historia surrealista trata sobre una chica que, en poco más de 24 horas, pierde la virginidad, se queda embarazada y da a luz a un monstruito asesino que acabará con todo aquel que se le cruce en su camino.
Siempre es un placer ver un entretenimiento gore del estilo de “Snatchers”. Esta comedia de terror adolescente, descerebrada y desenfadada, me dejó muy buen sabor de boca. Es justo el tipo de película que uno desea ver cuando va al festival de Sitges.
Concebida inicialmente como webserie, el proyecto evolucionó hasta convertirse en la ópera prima de este par de directores, que espero que nos sorprendan con más películas de humor sangriento.
The lighthouse (Estados Unidos, Brasil) de Robert Eggers
Tras entusiasmarme con su debut en “La bruja”, he de reconocer que la expectación por ver la nueva película de Robert Eggers era muy elevada.
«The lighthouse» es una de las películas que tenía en mi lista de imprescindibles, pero me ha producido sentimientos encontrados. Aunque ni las expectativas ni las ideas preconcebidas deberían de alterar nuestro juicio sobre una película, la verdad es que la división de sensaciones quedo patente en mi mente desde los primeros minutos de proyección.
Estamos ante una película muy pretenciosa, filmada en 35 milímetros, en formato cuatro tercios y en un austero blanco y negro.
La historia trata sobre dos pobres diablos, aislados en un faro, obligados a compartir secretos y traumas, donde la espiral de paranoia se convierte en pesadilla.
Ante todo, lo que más me gustó, es que evoca el cine expresionista alemán con su depresiva puesta en escena, su rotunda fotografía y sus planos minuciosamente elaborados. La poesía visual de algunas secuencias en las que flirtea con los mitos del mar, resultan hipnóticas, igual que ocurre con el canto de sirena. El surrealismo de tintes oníricos de esas imágenes tienen un toque enfermizo muy lovecraftiano.
Los diálogos son escasos, dejando el protagonismo a una banda sonora que se funde con el sonido ambiente de la ensordecedora maquinaria del faro, el graznido de las gaviotas y el oleaje que rompe contra las rocas.
Es una película muy interesante en su contexto, pero decepcionante en su conjunto. Esperaba algo más de este descenso a la locura. Tiene un ritmo demasiado tedioso y una trama tristemente desarrollada en la que a penas sucede nada a lo largo de sus dos largas horas de duración. Lástima que no sepa aprovechar el potencial dramático de las furiosas interpretaciones de Willem Dafoe y del sufrido Robert Pattinson. Su atractivo estético es innegable, con esos planos tan hermosos, pero vacíos de contenido.
Estoy seguro que ganará con un segundo visionado. Pero tardaré en tener valor de hacerlo. Eso sí, espero con ansias su proyecto de remake de “Nosferatu” (1920).
The forest of love (Japón) de Sion Sono
El excéntrico director Sion Sono (“Suicide club”, 2001) no tiene ningún pudor en mostrarnos explícitamente todas sus perversiones, pasando por colegialas en ropa interior, suicidios colectivos, y perturbadoras escenas de sadomasoquismo físico y mental. Todo ello muy bien acompañado con un poco de gore extremo.
Nos trae un cine delirante con trasfondo de “Romeo y Julieta”, con una atmósfera totalmente desquiciante en un ambiente dominado por los traumas.
Algunas escenas son completamente hipnóticas. Pura poesía fetichista.
Super me (China) de Zhang Chong
Siempre me han llamado la atención las películas que juegan directamente con el sugerente mundo de los sueños mezclando verdad e ilusión.
Ofrecen todo tipo de terroríficas variables en las que hay lugar para el humor y el terror, desde la posibilidad de penetrar en los sueños de otras personas para psicoanalizarlas a lo Sigmund Freud como es el caso de “Dreamscape” (1984), hasta la fascinante idea de tener un asesino acosándote dentro de tus sueños como en “Pesadilla en Elm Street” (1984). Estas dos películas del mismo año sociológicamente emparentadas tienen algo más en común y es que si te matan en el sueño, mueres en la realidad.
“Super me” nos propone otra variante, ¿y si tras sufrir esa agonía, en vez de fallecer para siempre pudieras beneficiarte en la realidad?
El protagonista, un joven guionista que vive en la miseria, cada noche sufre terribles pesadillas en las que un demonio le persigue hasta matarlo. La parte buena es que al despertar es capaz de traerse consigo tesoros de ese mundo onírico.
Esta superproducción china, sin ser una gran película, resulta entretenida y disfrutable.
After Midnight (Estados Unidos) de Jeremy Gardner y Christian Stella
“After midnight” es un drama romántico con dosis justas de humor y un toque de terror.
La sinopsis es muy sencilla. El protagonista está pasando por un mal momento debido que le ha abandonado la novia. Desde ese momento, cada día cuando llega la medianoche un monstruo le acecha e intenta entrar en su casa a toda costa. Desesperado avisa a las autoridades y a sus amigos de lo que le sucede, pero nadie le cree y todo el mundo da por echo que lo único que ocurre es que no ha superado la ruptura.
Esta propuesta intimista de cine independiente, logra engancharnos a una historia cotidiana sobre la separación de una pareja, manteniendo la intriga sobre si el terrible monstruo nocturno existe o es una metáfora del amor.
Es una película muy entrañable. Lástima de cierta escena de diez minutos de diálogo, con plano fijo en la entrada de la casa, que se hace interminable. A pesar de ello, estamos ante una obra lo suficientemente interesante como para darle una oportunidad.
Bodies at rest (Hong Kong, China) de Renny Harlin
“Bodies at rest” es una película de acción pura y dura, que va al grano desde el primer minuto.
Se desarrolla íntegramente en un depósito de cadáveres, en el que la noche de Navidad irrumpe un grupo de enmascarados para recuperar una bala del cadáver de una joven, con la intención de eliminar las pruebas de su implicación en el asesinato.
El argumento no tiene una gran elaboración narrativa, limitándose a entretener, cosa que consigue sin problemas.
El director es Renny Harlin, conocido principalmente por ser el responsable de películas de acción como “La jungla 2” (1990) y «Máximo riesgo” (1993). Aunque sin lugar a dudas yo prefiero su incursión en el terror en “Pesadilla en Elm Street 4: El amo del sueño” (1988), a mi parecer la mejor de toda la saga de Freddy Krueger con diferencia.
White Snake (China) de Amp Wong y Ji Zhao
“White Snake” es una película de animación digital con un buen equilibrio entre el cine infantil y el adulto.
Narra una historia mitológica china sobre un joven cazador de serpientes que intenta ayudar a una chica que ha perdido la memoria. Nos encontramos ante una bonita historia de amor llena de aventuras fantásticas, demonios y magia.
Es entretenida y visualmente fascinante, aunque en ocasiones resulta demasiado compleja y desconcertante.
A mi juicio, las canciones de la película son prescindibles pues le dan un toque Disney innecesario.
Extra ordinary (Irlanda, Bélgica) de Mike Ahern y Enda Loughman
Me sorprendió gratamente “Extra ordinary”, una comedia de humor británico que con naturalidad y frescura te mantiene con una sonrisa en la cara durante toda la película.
En un pueblo irlandés vive una profesora de autoescuela capaz de hablar con los muertos. A ella acude un hombre desesperado que es acosado y atormentado desde el más allá, por el fantasma de su obsesiva mujer. Mientras tanto, una estrella de rock en decadencia, olvidado tras un single de éxito, quiere realizar un pacto con el diablo sacrificando a una virgen.
Esta historia paranormal protagonizada por gente aparentemente corriente es a mi parecer una de las pequeñas joyas ocultas del festival. Tiene elementos de sobra para haceros pasar un buen rato y si os despistáis os hará reír hasta que se os salten las lágrimas.
Making Waves: The Art of Cinematic Sound (Estados Unidos) de Midge Costin
Este documental es ante todo muy didáctico. Es una clase magistral que nos explica que el sonido ha acompañado al cine desde sus inicios. Entre otras anécdotas, nos cuenta que cuando Edison inventó el kinetoscopio (el precursor del cinematógrafo), lo hizo con la idea de proyectar animaciones para que la gente pudiera verlas mientras escuchaba la música de su fonógrafo.
Este educativo documental incluye numerosas entrevistas a directores de cine como Steven Spielberg, George Lucas o David Lynch, que nos ayudan a entender el inmenso valor que tiene.
Recorre las facetas fundamentales del sonido en el cine y nos las explica con ejemplos desde sus tres grandes líneas: el diálogo, los efectos de sonido y la música.
No sé hasta qué punto es cierta esa afirmación de que el sonido es el 50% de la emoción de una película, pero no hay duda de que crea atmósferas y añade información imposible de obtener únicamente con la imagen.
Verotika (Estados Unidos) de Glenn Danzig
Es difícil ser benévolo con “Verotika”, la opera prima del mítico vocalista de Misfits.
Este apasionado del genero de terror, muy presente en su look y sus letras, ha creado una esperpéntica antología de cuentos de miedo que descoloca más que asusta.
Danzig nos dejo perplejos con la adaptación de tres historias, que primero publicó en formato cómic, cada cual más absurda y ridícula.
Es inexplicable que este pionero del horror punk, sea incapaz de aplicar un mínimo sentido del ritmo en su película. Sorprende con una ineptitud sin precedentes tras la cámara, con demenciales planos interminables y fallos de raccord. Eso si, la sobreactuación está muy bien lograda, con unas actrices amateurs siliconadas incapaces de transmitir la más mínima emoción. El mayor aliciente de esta bizarrada erótica, recae en que incluye canciones inéditas que los fans nunca han escuchado.
En fin, “Verotika” ha sido una de las mayores curiosidades que nos ha presentado este año el festival, provocando una oleada de carcajadas en contra de su voluntad.
Luz (Colombia) de Juan Diego Escobar Alzate
La ópera prima de Juan Diego Escobar nos muestra los delirios de una comunidad que vive aislada en las montañas, esperando un nuevo mesías.
Es un drama con tintes de terror, que se cuece a fuego lento. Sin grandes efectos consigue mantenernos en tensión con una historia sencilla pero compleja, que plantea incómodas preguntas de difícil respuesta.
Esta película de horror folk con ecos de “La bruja”, más que causar miedo, indaga sobre el miedo a perder la fe. Si bien “La bruja” y “Luz” son dos historias distintas, ambas tienen ciertos puntos en común. Su esencia, su lógica interna, sus reflexiones, sus revelaciones… Las vincula el contexto de la fe, las supersticiones y el temor a lo desconocido. En ambos casos el fanatismo religioso es latente y está representado por el padre, convencido de ser el único miembro de la comunidad que sirve correctamente a Dios.
Seremos testigos de un proceso de corrupción de la pureza, a medida que la desconfianza, los remordimientos y la paranoia vaya creciendo en ellos, que se dejarán arrastrar por una inevitable histeria religiosa.
El asesino de los caprichos (España) de Gerardo Herrero
El principal atractivo de este thriller, es que trata sobre un asesino en serie que mata a sus víctimas reproduciendo de forma macabra “Los caprichos” de Goya.
En su frialdad, recuerda un poco a “Seven» (1995) recreando los pecados de la sociedad, pero opta por la contención y cierto pudor a la hora de recrearse en los cadáveres que van apareciendo.
A pesar de su atmósfera turbia y de una prometedora e inquietante media hora inicial, “El asesino de los caprichos” resulta bastante predecible. Desaprovecha las posibilidades que ofrece su historia, pero consigue entretener y mantener el interés hasta el final.
The Addams Family (Estados Unidos) de Greg Tiernan y Conrad Vernon
Charles Addams en 1938 comenzó a dibujar unas tiras cómicas, deliciosamente macabras, que acabaron convirtiéndose en lo que todos conocemos como «La familia Addams”. Imposible olvidar a esta extravagante familia inmortalizada por las míticas series de televisión y las dos exitosas películas de principios de los 90.
Lo primero que llama la atención de esta reencarnación es que el diseño de los personajes se inspira claramente en las perturbadoras viñetas originales, por lo que a priori podríamos esperar una adaptación bastante fiel. Sin embargo, a consecuencia de un guión políticamente correcto, el humor negro de «La familia Addams” queda deslucido, perdiendo su acidez y buena parte de la esencia que la define.
Lo mejor es el prólogo que nos muestra a Gómez y Morticia instalándose en su particular mansión, tras huir de la ceremonia de su propia boda, al ser atacados por una horda de enfurecidos aldeanos con horcas y antorchas haciendo referencia directa a “El doctor Frankenstein» (1931). A partir de aquí tiene un enfoque más familiar de lo esperado, con un azucarado mensaje integrador que causa reacción alérgica.