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Sitges 2022. El valle de Concavenator vs Jurassic Punk

Este escrito sobre el Festival de Sitges se lo quiero dedicar a uno de los géneros cinematográficos que normalmente pasa más desapercibido. Me refiero al documental.

Este año se proyectaron dos documentales que tienen como eje en común la dinomanía y la fascinación que nos producen las películas de dinosaurios. En el fondo, ambos documentales se complementan mostrándonos la evolución de los efectos especiales, empezando por la animación stop-motion, pasando por la animatrónica, hasta llegar al uso intensivo de CGI de hoy en día. Por supuesto, la nostalgia es inevitable.

El primero de los documentales es «El valle de Concavenator» de Víctor Matellano, un ingenuo pero muy interesante documental que tiene como punto de partida el hallazgo de restos fósiles de un espécimen al que posteriormente llamarían Concavenator Corcovatus. Curiosamente el descubrimiento de este dinosaurio se produce en el mismo lugar donde se rodó la película «El valle de Gwangi» (1969) de Jim O’Connolly, una inusual propuesta de vaqueros contra dinosaurios que cuenta con efectos especiales del maestro del stop-motion Ray Harryhausen.

Hay un detalle curioso en torno a «El valle de Gwangi» y es que en realidad se trata de un viejo proyecto del pionero de la animación Willis O’Brien («El mundo perdido» 1925, «King Kong», 1933) que Ray Harryhausen decidió recuperar a modo de homenaje, ejerciendo como productor asociado y encargándose de los efectos visuales.

Me ha parecido muy simpático el modo con el que Víctor Matellano aborda este proyecto, desde la perspectiva de unas estudiantes que preparan un documental como trabajo de clase. Siguiendo este hilo conductor, vemos cómo se desarrolla la investigación, con la participación de José Luis Sanz, uno de los paleontólogos que descubrió Concavenator y Colin Arthur, el maestro de los efectos especiales y colaborador de Ray Harryhausen en varias de sus películas. Además cuenta con la colaboración especial de Jack Taylor («Conan, el Bárbaro» 1982, «El buque maldito» 1984, «La novena puerta» 1999).

Como curiosidad, Concavenator Corcovatus es uno de los dinosaurios que aparecen en «Jurassic World: El reino caído» (2018).

En contraste, el otro documental que os quiero recomendar es «Jurassic Punk» del director Scott Leberecht, el cual cuenta la historia del ascenso y la caída del visionario y pionero de los efectos visuales generados por ordenador Steve Williams (también conocido como Spaz), que dio vida a los dinosaurios digitales de «Jurassic Park» (1993).

Seguramente conoceréis la existencia de la empresa de efectos especiales Industrial Light & Magic (ILM) que, para bien o para mal, cambió el cine para siempre. Aunque ya le he mencionado, seguramente no conozcáis al hombre que realmente lo hizo posible. Responsable de creaciones tan impresionantes como el inolvidable rostro de agua ondulante de «Abyss» (1989), el cambio de forma en líquido metálico reflectante del T-1000 en «Terminator 2» y por supuesto los dinosaurios ultra realistas de «Jurassic Park» que marcaron sin duda la repentina obsolescencia de los efectos especiales artesanales.

Estaba previsto que «Jurassic Park» fuera realizada principalmente en stop-motion por el artista Phil Tippett, responsable de la animación de la saga clásica de «Star Wars» , «RoboCop» (1987) y «Willow» (1988). Mientras Phil Tippett trabajaba en la producción, se le dijo a Spaz que las imágenes generadas por ordenador solo se usarían para las tomas muy amplias cuando los dinosaurios se verían comparativamente pequeños. Pero, Spaz desafió las órdenes de los altos mandos, y construyó una estructura de alambre de un Tyrannosaurus Rex en su tiempo libre, que logró deslumbrar a Steven Spielberg y el resto es historia cinematográfica…

Irónicamente, «Jurassic Punk» es un documental visualmente algo soso, pero ciertamente convincente, que nos narra las desventuras de una de las figuras más importantes del mundo de los efectos visuales de los 90. El cual, injustamente olvidado, no ha recibido todo el reconocimiento que se merece y es que como bien cuenta este documental al final los premios se los llevan otros. Este documental describe a un chico de espíritu rebelde, anárquico e inconformista, cuyo comportamiento imprudente le llevó a la amargura y al desprecio de sus superiores. Aunque suene paradójico, Spaz es retratado décadas más tarde en su caótica casa, como un hombre alcohólico, solitario e infeliz caído en desgracia, que lamenta sus oportunidades perdidas y que se arrepiente de su inmadurez, su arrogancia y su comportamiento autodestructivo. Está claro que los egos pueden destruir carreras. Este documental amargo, pero muy interesante, se ha llevado uno de los premios de esta edición del Festival de Sitges.

En conclusión, estamos ante dos documentales muy distintos que ofrecen una mirada fascinante sobre el apartado técnico de las películas, dando voz a grandes olvidados del séptimo arte. Este territorio pantanoso al que denominamos cine fantástico habría sido muy distinto sin la presencia de estos grandes animadores, que con sus criaturas han llenado las pantallas despertando nuestra imaginación.

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