Esta edición del Festival de Sitges será recordada como el año del “Hoyo”, pero para mi siempre será “el año de Charles Band”. Cualquier buen aficionado al cine de género debería de estremecerse con solo mencionar el nombre de Charles Band, uno de los directores y productores más prolíficos de la historia del cine de Serie B. Figura indiscutible del cine independiente de bajo presupuesto de Estados Unidos.
Charles Band fue el creador de la Empire, la mítica productora de los 80 que produjo películas tan emblemáticas como “Trampa para turistas”, “El amo del calabozo“, “Troll”, “Re-Animator”, “Re-Sonator”, “Dolls”, “Terror-Vision” y por supuesto “Ghoulies”, la memorable saga de monstruitos diabólicos.
Tras los primeros éxitos, la ambición hizo que se arriesgaran económicamente y fatídicamente llegaron los fracasos, así que Empire terminó por desmoronarse. Su última película con el sello Empire llegó a los videoclubs cuando la compañía ya se había declarado en bancarrota.
No obstante Charles Band no se rindió y resurgió como ave fénix de sus cenizas creando la Full Moon con títulos tan notables como “Puppet master”, “Dollman”, “Doctor Mordrid”, “Demonic toys”, “Cabezas voladoras”, “Hideous!”, “Cabeza de familia”, “La rebelión de los monstruos”, “Subspecies” y “The Gingerdead man”.
¿Qué mejor apertura para la Full Moon que las perturbadoras marionetas nazis de “Puppet master”? Sin ánimo de subestimar a Chucky, hemos de admitir que a la hora de sacarle partido a los juguetes malignos la Full Moon no tiene rival. Se ha especializado a explotar el filón del subgénero de los muñecos cultivando una gran cantidad de películas de calidad dispar, pero sin duda con un encanto particular. Un buen ejemplo de la obsesión de Charles Band con los muñecos que cobran vida es “Puppet master vs Demonic toys” un crossover entre sus dos sagas más populares.
Además de las mencionadas franquicias “Puppet master” (que ya va por la película número 13) y “Demonic toys”, otros ejemplos muñequiles son “Ooga Booga”, “Devil dolls”, “Killjoy”, “Dangerous worry dolls”, “The haunted dollhouse” o “Doll gravellard” entre otras. Su prolífica producción abarca hasta nuestros días, sin ir más lejos el año pasado en Sitges tuvimos la oportunidad de ver “Puppet master: The littlest reich”, una reformulación de la idea original a modo de reboot.
La Full Moon incluso llegó a tener un hermano pequeño llamado Moonbeam. Un sello dedicado a películas de fantasía destinadas a una audiencia infantil, con películas tan deliciosas como la trilogía de “Prehysteria!”, donde cinco crías de dinosaurios pigmeos son los protagonistas.
Así que si este año había un invitado en Sitges que me hiciera ilusión conocer, no podía ser otro que Charles Band, que por su aportación al género fantástico, venía a recoger la Màquina del temps, el máximo galardón del festival. Además aprovechando la ocasión le pidieron que apadrinase la Zombie Walk y que diese el pistoletazo de salida al ya tradicional desfile de muertos vivientes.
Unas horas antes de que acudiese al encuentro que le organizaron en la Carpa Noray, tuve la ocasión de conocerle en persona. Intercambiamos unas frases, me firmó mi muñeco Blade de “Puppet master” y me dejé atrapar por su arte de titiritero. Todavía sigo temblando.
Posteriormente, en la Carpa Noray, pude comprobar que a Charles Band le queda cuerda para rato. Con simpatía y carisma sedujo a todos los presentes, dejando demostrado que aunque su rostro no sea tan conocido como el de Nikolaj Coster-Waldau (“Juego de tronos”), el de Sam Neill (“Jurassic park”), o el de Glenn Danzig (ex cantante de Misfits), él era el invitado estrella del festival.
De un modo muy cercano nos habló de su trayectoria, especialmente de sus andanzas como productor, haciendo especial hincapié en las dificultades en el mundo de la producción. Nos animó a llevar a cabo nuestros proyectos cinematográficos pero nos remarcó varias veces que nunca pidiéramos préstamos a nadie y sobretodo no nos fiásemos de los bancos. Nos explicó los problemas financieros que llevaron a la quiebra de la Empire, además de los altibajos económicos de la Full Moon.
Tras el declive del mundo de los videoclubs para seguir adelante y no dejar de lado a sus fans, organizó un espectáculo de terror llamado “Charles Band’s Full Moon Horror Roadshow”. Un tour por distintas ciudades donde mostraba marionetas originales e imágenes inéditas de sus películas, hacia concursos extravagantes, subastaba algunos de sus muñecos y de modo gamberro entrevistaba a invitados sorpresa.
Finalmente nos contó orgulloso que una vez más ha tirado del ingenio y que tiene en marcha un nuevo proyecto al que ha bautizado Deadly Ten, donde el público puede ver en tiempo real el set de rodaje de sus ultimas producciones. Por cierto, el servicio es gratuito y actualmente están rodando la película número 324.
Además, el festival le dedicó una retrospectiva en la sala Brigadoon donde se proyectaron “La rebelión de los monstruos” (Charles Band, 1997), “Demonic toys” (Peter Manoogian, 1992), “Creepozoides” (David DeCoteau, 1987), “Cabeza de familia” (Charles Band, 1996) y “Puppet master” (David Schmoeller, 1989).
Soy un gran fan de la Full Moon. Admiro su valentía a la hora de proponer historias delirantes, y es que a pesar de tener presupuestos escasos sus guiones imaginativos han marcado el cine de genero, haciéndolo un poco más extraño y emocionante. Así que, aunque tenía la agenda muy ajetreada no me pude resistir a ver en pantalla grande las dos películas que proyectaban de su filmografía como director: “La rebelión de los monstruos” y “Cabeza de familia”.
Al acudir a la proyección de “La rebelión de los monstruos” tuve la grata sorpresa de encontrarme que la presentaba el mismo Charles Band, para satisfacer al público más festivalero del género de terror. Al verme me reconoció y me saludó.
“La rebelión de los monstruos” (“The creeps”, 1997)
En esta delirante historia un científico logra traer a la vida a los grandes monstruos de la literatura, Drácula, el Monstruo de Frankenstein, la Momia y el Hombre Lobo pero a tamaño reducido, plasmando una vez mas el amor de Charles Band por las cosas pequeñas.
“Cabeza de familia” (“Head of the family”, 1996)
Cuenta la historia de una familia bastante peculiar, liderada por una gran cabeza instalada en una silla de ruedas, que trabaja en experimentos humanos en el sótano de su casa.