Os he de confesar que me he pasado el mes de agosto encerrado en la prisión, más concretamente en la Modelo de Barcelona, interpretando al preso número 35. Aunque he asistido a muchos rodajes, esta pequeña participación tiene algo de particular. Pues esta intensa y asfixiante experiencia me ha permitido ver de primera mano el interior de esta cárcel impregnada de sufrimiento y desesperación, a la vez que reflexionar acerca de la situación infrahumana de algunos centros penitenciarios.
Seguramente muchos de vosotros habéis fantaseado en intervenir fugazmente en una película, y el hecho de poder estar al otro lado de la pantalla por unos segundos os parezca un plan fascinante. Aunque en realidad es un trabajo mucho más cansado de lo que aparenta.
Hay que tener mucha paciencia a la hora de rodar, unos simples minutos en el cine supone dedicarle muchas horas de trabajo. Las jornadas suelen ser maratonianas, y el rodaje de una misma escena puede llegar a repetirse en bucle infinitamente.
«Modelo 77» es el nuevo largometraje del cineasta andaluz Alberto Rodríguez («La Isla Mínima« 2014), que cuenta con la producción de Atípica Films y Movistar+, y está previsto que llegue a los cines en octubre del año que viene.
El rodaje de este drama carcelario ha tenido lugar en la antigua prisión Modelo de Barcelona entre el 2 y el 20 de agosto, y ahora se han trasladado a Sevilla para filmar otras escenas.
A la Modelo se la llamó así porque su funcionamiento tenía que ser ejemplar, pero tal y como veremos en «Modelo 77» todo se degradó y las condiciones acabaron siendo muy diferentes.
La población reclusa fue aumentando y a los presos comunes se le añadieron aquellos que pensaban diferente y propagaban sus ideas políticas. Así, en la época franquista la Modelo se convirtió en uno de los símbolos más negros de represión y los barceloneses la empezaron a relacionar con las detenciones arbitrarias, en las que no se precisaba más que una orden policial para llevar a la cárcel a cualquiera.
«Modelo 77» retrata esos años de la transición en que convivieron los presos políticos con los comunes y los sociales, semilla que dio lugar a la creación la Coordinadora de Presos Españoles en Lucha (COPEL).
Se trata de un ambicioso proyecto en el que, durante 15 días estuvimos suplantando a los presos de la Modelo, que mediante motines, huelgas de hambre y otras acciones, consiguieron sacar su voz al exterior de los muros para exigir la misma amnistía que habían recibido los presos políticos.
En esta película, la figuración es un personaje clave y resulta imprescindible para dar credibilidad a la historia. Por eso, a diferencia de otras ocasiones en las que tiene cabida casi cualquier persona, se especificaban unas características muy concretas. Realizaron varios castings para que fuera lo más realista posible donde seleccionaron aquellos que seriamos los presos habituales.
Un rodaje se ve de un modo diferente cuando se forma parte de él. Lo más importante que se ha de tener en cuenta es que en un rodaje se sabe cuándo se empieza pero no cuándo se acaba. A grandes rasgos, nuestro día a día era el siguiente. Nos convocaban a primera hora de la mañana en este inmenso y desolador centro penitenciario, donde antes de nada nos hacíamos la prueba de la Covid, que es lo que toca en estos tiempos que corren. A partir de aquí el engranaje se ponía en marcha. Lo primero era ir a la galería donde estaba instalado vestuario y peluquería. Allí nos daban la ropa asignada a nuestros personajes, básicamente pantalones de pata de elefante y camisas de los tiempos de Maricastaña. Una vez ya vestidos y ambientados en los años 70, los responsables de maquillaje y peluquería se dedicaban a despeinarnos y a ensuciarnos, impregnándonos suciedad hasta en las uñas. Finalmente el departamento de arte nos daba los últimos retoques al vestuario para transmitir autenticidad. A mi me llegó un complemento, me ataron un cordón de cuero en la frente dándome un toque a lo Jesucristo Superstar.
Ya listos para rodar, llegaba el momento de la incertidumbre, encerrados en nuestra peculiar sala de espera viendo las horas pasar. Sinceramente las horas pasan lentísimas cuando uno tiene que permanecer indefinidamente en silencio, esperando que alguien grite ¡Al set, a rodar!
El ambiente del rodaje fue en todo momento muy cordial, a pesar de que las altas temperaturas de este agosto no lo ponían nada fácil. El calor extremo y la falta de aire convirtieron la Modelo un lugar asfixiante, sin embargo este rodaje dejará huella entre muchos de los que han participado, pues se generó un gran compañerismo entre actores, figurantes y equipo técnico.
En general la experiencia fue muy buena, aunque como todo en esta vida, hubo momentos buenos y otros no tanto. En cierta ocasión, ¿porqué no confesarlo?, durante el rodaje de una de las interminables secuencias de invierno en el patio de la cárcel, empecé a marearme e incluso creí que iba desmayarme. Imaginaos lo que supone actuar durante horas bajo el sol, con jersey y chaqueta en plena ola de calor.
No puedo entrar en más detalles sin incumplir el contrato de confidencialidad, así que solamente añadir que tras haber estado rodando las últimas semanas entre estas tristes y estresantes paredes llenas de malas vibraciones, me estremece pensar que allí se ejecutaron presos condenados por la represión de la dictadura, el último de ellos Salvador Puig Antich.
Ahora solo queda esperar a que llegué ese momento mágico en el que todo cobrará sentido. Aunque al visionar el resultado final de “Modelo 77” algunos de mis compañeros de celda, ya en plena reinserción social, descubrirán con cierta amargura que han sido desenfocados o que sus escenas estelares han sido recortadas en la sala de montaje. Pero, así es la magia del cine.
Excelente artículo 👍
Muy buenas palabras hermano, yo que viví en ese rodaje, pude sentir casi las mismas experiencias es agotador, pero divertido de un cierto modo al ver todas las escenas que se que van a quedar marcadas en los espectadores… Jhonny brother éxito, por si no nos vemos luego.