Tal y como os comenté, del 5 al 15 de octubre fui a cubrir El Festival de Sitges, que en su edición número cincuenta ha celebrado su medio siglo de existencia.
Ha sido una edición algo ensombrecida por el complejo momento político actual que se vive en Catalunya. A pesar de ello, una gran presencia espectral surgió de las sombras, se puso la capa y nos saltó a la yugular con una suculenta programación cargada de propuestas de todo tipo.
Me aventuré y sin ajos ni estacas, acudí los diez intensos días del festival con intención de asistir al máximo de eventos sin morir en el intento, o convertirme en amante del género para toda la eternidad.

Una vez allí, me encontré con un inmenso escaparate del cine de género en todas sus variantes, donde se proyectaron multitud de películas, tanto nuevas como antiguas, demostrando que hay clásicos que siguen impactando como el primer día.
Como era de esperar, hubo una gran retrospectiva sobre Drácula, repasando desde los clásicos vampíricos de Tod Browning, Fisher, Badham o Coppola, hasta rarezas como la mexicana «El vampiro» (1957) o el «Drácula negro» (1972). Por cierto, ¿sabéis quién es Frank Langella? Sin duda buen merecedor del Premio Honorífico de esta edición por su magistral interpretación de «Drácula« de 1979.
Al echar la vista atrás los días se funden entre sí, convirtiéndose en un gran amalgama de conferencias y proyecciones de películas que se suceden vertiginosamente entre contadísimas horas de sueño. Visioné un buen puñado de títulos, aunque por cuestiones de horarios y de agenda, no fueron todos aquellos que me hubiesen gustado. Creo importante mencionar que a menudo, después de madrugones insanos para reservar el acceso a esa película que no me podía perder bajo ningún concepto, me encontraba que los pases se agotaban cuando apenas eran las siete y un minuto de la mañana.
Durante estos días procuré asistir a proyecciones y actos relacionados con el cine de terror que se desarrollaron en los distintos recintos repartidos por todo Sitges. Además de ver una veintena de películas actuales, acudí a proyecciones añejas y a muchas de las actividades paralelas que se organizaron. Disfruté de presentaciones, conferencias y mesas redondas, a la par que conocí a personas que son leyendas vivas del género.
Que mejor modo de empezar el cincuenta aniversario que asistiendo a la película inaugural de la mano del padrino del festival, Guillermo del Toro. “La forma del agua” es un precioso cuento sobre el amor imposible entre una chica muda y un monstruo marino en tiempos de la guerra fría. Días más tarde tuve la inesperada ocasión de hablar unos minutos con él, quien me sorprendió por su humildad y simpatía, preguntándome mi opinión sobre la película.
Aproveché que William Friedkin estaba en el festival para recoger un premio honorifico, para revisionar en pantalla grande el «El exorcista» (1973) con la presencia de su director. Nos explicó que aunque su película atemorizó el mundo marcando un antes y un después en el género del terror, él nunca la contempló como una película de miedo, sino como una cinta religiosa que cuestiona la existencia de la fe. También nos habló de su más reciente proyecto, un documental sobre un exorcismo real que estará disponible a finales de año.
Fue avanzando el festival y la cosa se fue poniendo interesante. Ya que una de las novedades más significativas de esta edición era la incorporación de la realidad virtual en una sección competitiva, me interesé por ella y asistí a varias conferencias relacionadas con el tema.
Inmerso aún en la realidad virtual, acepté la invitación de tomar un cocktail con Alexandre Aja y el mítico Robert Englund, con motivo de la presentación del primer capítulo de la serie de VR «Campfire Creepers». Pero sobre este tema y mi experiencia con esta tecnología os hablaré más expandidamente en el próximo artículo.
Uno de los platos fuertes del festival consistió en una mesa redonda que reunió a tres figuras centrales del cine de terror italiano. Dario Argento, Lamberto Bava y Sergio Martino se sentaron juntos con el director mexicano Guillermo del Toro y conversaron sobre el Giallo. Resulta imposible resumir en unas pocas líneas tan interesante debate. No puedo negar la admiración que siento por Lamberto Bava (hijo del mítico Mario Bava) por su saga «Demons», una especie de zombie-exploitation italiana pero con demonios, creada a partir del guión y de la tutela de Dario Argento. Esta invasión casi apocalíptica de demonios que surgen de la misma pantalla de un cine, se convirtió muy pronto en uno de los títulos clave del cine de terror de serie B.
Como no podía ser de otra forma, asistí al homenaje que le hizo Dario Argento al recientemente desaparecido George A. Romero (“La noche de los muertos vivientes”, 1968). Donde se proyectó «Los ojos del diablo» (1990), una película compuesta por dos historias basadas en dos relatos de Edgar Allan Poe: «El extraño caso del señor Valdemar» y «El gato negro».
No sé si fue culpa de mi subconsciente, pero cuando me estaba alejando de la sala abstraído en mis pensamientos contento de haber saludado nuevamente al gran maestro italiano, noté la presencia de un enigmático gato negro, que a partir de entonces, misteriosamente se me acercó todos los días a saludarme con sus maullidos.
Otro homenaje que no me quise perder fue el dedicado al director y productor Ted V. Mikels que falleció el año pasado. Aunque aquí su nombre no sea muy conocido, es considerado uno de los directores esenciales del cine independiente de Serie Z. Su singular filmografía está formada por extrañas películas de culto, que o las amas o las odias, como «The Astro Zombies» (1968), «The Corpse Grinders» (1971) o «La orgía sangrienta de las mujeres demonio» (1972). Además también produjo pequeñas joyas bizarras como la que fui a ver. Me refiero, ni más ni menos que «Los come-gusanos» (1977) protagonizada y dirigida por Herb Robins. Una demencial comedia, asquerosamente delirante, perfecta para la hora del almuerzo.
Por otro lado asistí al acto de entrega de La Màquina del Temps, a título póstumo, al prolífico Vincent Price, quien hizo papeles inolvidables como «Los crímenes del museo de cera» (1953), «La mosca» (1958), «House on haunted hill» (1959), «La caída de la casa Usher» (1960), «El abominable Dr. Phibes» (1971) y un largo etcétera hasta llegar a su última aparición en «Eduardo Manostijeras» (1990) de Tim Burton. Este premio fue entregado a su hija justo antes de la proyección de «Okja». No podía perderme la oportunidad de ver en pantalla grande esta película creada por la plataforma Netflix, especialmente después de la absurda polémica que se generó en la última edición del Festival de Cannes en la que Pedro Almodóvar puso el grito al cielo quejándose de que una película que no iba a ser exhibida en los cines no era apta para competir por la Palma de Oro. De la conmovedora historia de «Okja» os hablaré en un próximo artículo, pues he de confesar que he caído rendido a sus pies.
Es habitual escuchar en Sitges gente que afirma que no has disfrutado de la esencia del festival hasta que no has visto una película de Takashi Miike. Este año, a falta de una, ha presentado tres. Ha apasionado al publico con «Blade of the Immortal» dando una visceral vuelta de tuerca al cine de samuráis, pero el motivo principal por el que estoy mencionando al director japonés es por “Jojo’s Bizarre adventure». Si hay una película que se tenía que ver este año en el festival sin duda es esta, ya que Takashi Miike ha elegido la ciudad de Sitges para rodar el título número cien de su filmografía.
Tampoco me olvidé que en la rueda de prensa nos hablaron de los pases exclusivos de series televisivas como la esperada segunda temporada de «Stranger Things», pero como aun no he visto la primera temporada me decante por la ficción de Movistar+ «La zona», que en clave de thriller narra los misteriosos acontecimientos sucedidos tras un accidente de un reactor nuclear que devastó una región del norte de España.
Además de todo esto, visité las distintas exposiciones y me pasé por la carpa de FNAC donde hacían presentaciones relacionadas con la literatura como el libro «Cinezoico» un viaje entre dinosaurios a través de la historia del cine, o el cómic oficial del festival, «Drácula» perteneciente a la saga Fanhunter.
Siempre va bien airearse un poco después de tantas proyecciones y conferencias, así que me fui a tomar unas cervezas con unos amigos y los autores del cómic que estaban encantados de recuperar una obra que crearon hace 25 años en la que parte de la acción tiene lugar en el Festival de Sitges.
Antes de finalizar mis andanzas por el festival, quiero dedicarle unas líneas a «Dave Made a Maze», una de esas pequeñas joyas que pasan por Sitges como una estrella fugaz. Trata sobre un joven bastante desastre que un día construye un laberinto con cajas de cartón en su comedor y se pierde en él, con la consecuente misión de rescate por parte de sus amigos. Fue un placer conversar unos inolvidables minutos con su director, Bill Watterson, sobre su apuesta por las manualidades en esta divertida e imaginativa fantasía con tintes de terror.
De los cientos de recuerdos y anécdotas, me quedo con haber conocido al carismático Robert Englund quién dio vida al mismísimo Freddy Krueger, que por cierto me regaló un autorretrato para que lo tenga presente en mis próximas pesadillas.
En un próximo artículo os pondré los dientes largos con una pequeña selección de películas actuales que pude disfrutar durante el Festival y que por un motivo u otro creo que son dignas de mención. Algunas se estrenarán en los cines, otras solamente en formato doméstico, mientras que otras tristemente quedarán condenadas al olvido.
Cierro esta crónica con una imagen de la clausura del festival, que tratándose del cincuenta aniversario se celebró de forma especial, con una ceremonia al aire libre protagonizada por un King Kong de diez metros de alto de La Fura dels Baus.
Artículos relacionados:
– Festival de Sitges 2017: Una selección de películas dignas de mención
– Festival de Sitges 2017: Terror y fantasía en realidad virtual
– Levanta el telón el 50 Festival de Sitges, la cita de terror más esperada del año
– Expectación ante el 50 aniversario del Festival de Sitges